HISTORIA

Belorado se ubica al este de la provincia de Burgos, próximo a la Rioja, en la falda de la Sierra de la Demanda.  Su situación es estratégica al ser el paso natural entre el valle del Ebro hacia la Meseta durante la Reconquista.

Los orígenes de Belorado (Bellumfori) quedan reflejados en los yacimientos celtibéricos (autrigones) como es el caso de «La Muela» y romanos existentes, como es el caso de «La Mesa», o bajo las actuales ruinas de su antiguo castillo. Especial importancia tiene la vía romana que desde Cerezo de Río Tirón (Segasamunculum), siguiendo por el denominado Camino Viejo, paralelo al río Tirón, llegaba a Belorado, cruzando el citado río por el lugar del Puente Viejo cuyos restos se sitúan junto al actual, accediendo al cerro de «La Mesa», donde se encontraba el oppidium romano antecesor de Belorado (Abásolo, 1974: 11). Desde allí probablemente arrancaría otro camino secundario que comunicaría con Auca (Villafranca Montes de Oca).

Los restos de ésta época hallados a lo largo del tiempo son variados: un magnífico conjunto epigráfico de estelas funerarias, tesela hospitalis, vasija de grandes dimensiones,aras votivas, monedas….

Con la conquista por parte de Alfonso I de todo el territorio de la zona Oca- Tirón, se erige la fortaleza de Cerezo de Río Tirón con el fin de detener las primeras avanzadas árabes. Quizá la fortificación de Belorado se levante en este momento, ya que la existencia del cercano monasterio de San Miguel de Pedroso (759), demuestra que la región fue  repoblada tempranamente, a pesar del cercano peligro musulmán.

Sin embargo estas campañas musulmanas, es especial la protagonizada por Abderramán I (759) que penetra hasta territorio alavés, dejaron el territorio semidespoblado hasta finales del siglo VIII y comienzos del IX, iniciándose así a mediados de éste último (855-870) la nueva repoblación de este territorio. Es en éstos momentos, durante el mandato de Alfonso III, cuando algunos autores pretenden ver la configuración defensiva de la fortaleza del castillo.

Por otra parte, la presencia de las cuevas de San Caprasio atestigua el proceso eremítico en este momento histórico. Sin embargo, la primera mención documental referida a la villa es del año 945, en que se dice que Belorado»era en cabo del condado», es decir, fronterizo con Navarra (Cadiñanos, 1987 149).

Cuando a principios del siglo XI Sancho III el Mayor de Navarra modificó el trazado del Camino de Santiago, desde Nájera hasta Santo Domingo de la Calzada y  Belorado, nuestra villa alcanzará momentos de esplendor, participando durante la Edad Media de un amplio desarrollo social y económico debido a su emplazamiento en el Camino  de Santiago confirmando definitivamente su personalidad. Su significado como punto importante queda patente en las guías de peregrinación- Americ Picaud la menciona con el nombre de Belforatus o «hermoso agujero»- y la mejora de sus infraestructuras queda reflejada en la mejora de los caminos, realizada por Alfonso VI, la construcción de un puente sobre el río Verdeancho y la mejora del primitivo Puente del Canto, sobre el Tirón, atribuido a San Juan de Ortega, así como el antiguo Hospital de los Caballeros, del cual lo único que queda en la actualidad es la Ermita de Nuestra Señora de Belén, o la antigua ermita de San Lázaro (hospital de peregrinos e infecciosos).

Después de la toma de Ibrillos, el territorio es sumido a los reyes de Asturias y el Conde Fernán González se instala en  Belorado entre 970 y 975.

 

La geografía hace a Belorado punto de unión entre la sierra ganadera  y la fértil vega del río Tirón. Su situación  entre Castilla y Navarra  la harían objeto de apetencia de ambos reinos, diversos hechos de armas hablan de destrucciones y conquistas.

Su castillo fue plaza fuerte del Cid, y fue entregado como dote de bodas del rey Fernando I (primer rey castellano), al casarse con Jimena.

En el siglo X, el primer conde castellano independiente, Fernán González, como agradecimiento de que en Belorado le libraron de los hierros con los que le tenía preso el Rey de Navarra (como dice el poema de Fernán González), concedió a la villa el privilegio de celebrar mercado los lunes, costumbre que anima todavía la plaza mayor porticada.

Belorado entrará en la historia del siglo XII, tras la muerte de Alfonso VI (1109), en un periodo de enfrentamientos generalizados con el comienzo del reinado de doña Urraca y su esposo, el rey aragonés Alfonso I el Batallador, dando lugar a un nuevo periodo bélico en todo el territorio castellano. Así en 1114 Alfonso I se apodera de los castillos de Belorado, Cerezo, Cellorigo, Villafranca, Petralada, Poza, Burgos, Castrojeriz, quedando la mayor parte de la provincia de Burgos bajo su control hasta su muerte en 1134.

Es en éste momento cuando Belorado comienza a adquir imortancia ya que el citado rey concedió a Belorado su Fuero (1116, agosto, 6), de señalada importancia histórica ya que entre sus beneficios le concedió celebrar una feria, posiblemente la más antigua documentada en la historia de España. El resultado de estos privilegios será el crecimiento económico y poblacional de la villa, especialmente por la aportación de francos y judíos, que al amparo del comercio y del camino jacobeo, se establecen en la villa.

En el fuero se concedía exección de portazgo, el establecimiento de un mercado semanal los lunes y una feria anual por San Miguel, libertad de usar el Tirón, derecho a instalar puestos permanentes de venta y reparación a lo largo del Camino de Santiago, etc. El texto del fuero es elocuente en la percepción de diversos aspectos importantes de la villa. Por una parte, se manifiesta la existencia de una importante comunidad de pobladores castellanos, francos y judíos, pudiendo éstos elegir libremente juez; por otra parte, se sospecha la importancia del Camino y las obligaciones que la población tenía en su reparación al indicar que  «et foro de camino , sicut constitutium habuetis antea de vendere atque reparare», además, la notificación sobre la existencia de diversas iglesias, aunque no se relacionan, al eximirlas del pago de las tercias al obispado de Burgos «et de vestras ecclesias non detis alias tertias ad episcopum…et nostros clericos ad nostrum talentum» permite plantear un amplio desarrollo social y religioso de la villa.

 

Tras la muerte de Doña Urraca (1126) y con el reinado de Alfonso VII se inició una época de paz y prosperidad en todo el territorio castellano, periodo que se mantendrá durante el reinado de Alfonso VIII, quien acrecentó los privilegios de Belorado, quizá como consecuencia de su residencia durante algún tiempo en la villa. Belorado es cedida por el monarca en 1170 en arras a su esposa, pero de nuevo en 1188 la entregaba en dote a su hija Berenguela ante su posible matrimonio con el infante Conrado, hijo de Federico I de Alemania (Cadiñanos, 1987:149)

Sin embargo, tras la muerte de Alfonso VIII, se originó entre los nobles castellanos un proceso de luchas intensivas para hacerse con la tutoría del infante don Enrique y a su vez por el control político de Castilla. Con la llegada al trono de Fernando III (1217-1252), el nuevo monarca pretende controlar la situación, para lo cual obliga a los Lara a renunciar a las tenencias que venían disfrutando en el reino de Castilla, entre las que se encontraban las fortalezas de Nájera, Cerezo de Río Tirón, Belorado, Villafranca Montes de Oca y Pancorbo. El Conde de Lara se declara en rebeldía, sus huestes entran en el alfoz de Belorado destruyendo por completo la villa y su castillo y sus habitantes son quemados y matados: «…et vivieron a Bilforado, e mataron y omnes e quebrantaron la villa e robaron e levantaron quanto y fallaron, e quisieron quebrantar las eglesias, e vinieron a Santa Maria por quebrantar la eglesia, e cegaron y omnes, e non quisieron yr quebrantar ninguna eglesia de la villa, e fueronse de la villa…» (López Bernal, 1907: 139-140). La villa fue levantada de nuevo en 1.222.

Su desarrollo fue en aumento y a principios del siglo XIII, en el reinado de Alfonso VIII, por privilegio real, pudo el Concejo de La Villa usar sello que legitimara sus documentos.

A la  mitad del siglo XIII la villa era muy populosa y rica como atesta el elevado número de iglesias. En 1247, además de la de Santa María la Mayor, se mencionan las de San Nicolás, San Pedro, San Miguel, San Martín, San Lorente, Santa Cruz, San Andrés y Santa María de Belén. De esta larga enumeración fueron iglesias parroquiales en la Edad Moderna la de Santa María la Mayor, la de San Pedro y la de San Nicolás. En la actualidad subsisten dos, puesto que la de San Nicolás se cerró al culto hacia 1908 y de ella sólo quedan  restos.

 

De manos del rey  Alfonso X «El Sabio»(1252-1284) a los cuatro años de ocupar el trono, Belorado recibirá importantes privilegios de carácter económico y social, que ayudan a su repoblación, destacando especialmente la donación que en 1256 hizo a la villa de gran número de propiedades. El gobierno de la fortaleza a finales del siglo XIII pasará a don Lope Díaz de Haro (Cadiñanos, 1987: 149)

En 1256 se inició el trazado de un recinto amurallado, se reestructura la población y es considerado un hito clave en la génesis urbana de Belorado. El Rey ordenó trasladarse junto al Verdeancho, bajo la protección del castillo. De ésta manera se obligó a la aljama judía a concentrarse en el exterior de la cerca, en el barrio de la Call Nueva (call es un término de origen hebreo que vale por «asamblea», «comunidad»al otro lado del riachuelo.

A partir de entonces, la comunidad judía y la mudéjar habitaron preferentemente en espacios urbanos diferenciados; el barrio de la Call Nueva se situaba a ambos lados del Río Verdeancho, la actual Calle Mayor, hasta la ermita de Nuestra Señora de Belén. Ésta sería la primera vez que las autoridades cristianas de la villa cuidaron de que el hábitat judío permaneciera concentrado, dificultando así el contacto y la contaminación ideológica de los distritos cristianos.

El espacio reservado para el grupo mudéjar se localizaba en el actual barrio del Corro, pegado al lienzo de la cerca que delimitaba la población por el sur, entre la Torre del Homenaje (el castillo) y la puerta de la Caldera, la medieval puerta de Doña Blanca.

El compromiso de reparación de la Torre y de la muralla, hasta el arco de Doña Blanca recayó sobre éstas dos comunidades, la judía y la mudéjar, a cambio gozaron en algunas épocas del privilegio real de no pagar impuestos en las arcas reales.

A comienzos del siglo XIV Belorado experimenta un profundo cambio en su desarrollo urbano. La documentación histórica nos muestra la preocupación que tiene la corona en tiempos de Fernando IV por dicho desarrollo. Es en éstos momentos cuando se ve la construcción de la nueva cerca y la dotación de privilegios y exenciones económicas a la villa que potencian su vitalidad, obligando la reparación del Puente del Canto y el mantenimiento de las murallas y el castillo.

Sin embargo, a éstos periodos de paz le sucederán momentos de incertidumbre y destrucción. Belorado se vio envuelta en las luchas civiles protagonizadas por Enrique II y Pedro I «El Cruel», especialmente en 1360, cuando Pedro atacó Nájera, coronándose rey de Castilla. Belorado se mantuvo fiel a Pedro I, mientras que Enrique II tuvo que refugiarse en Navarra. Seis años después, tras la muerte de Pedro I, en 1366, Enrique II, acompañado por Beltrán  Du Guesclin y sus Compañías Blancas, entraron en el pueblo arrasando gran parte de su entorno urbano, debiendo sufrir las consecuencias de tales enfrentamientos durante casi veinte años. La villa perdió su carácter de realengo y se castigó especialmente a la judería a quien gravó con impuestos y trabajos cada vez más humillantes, provocando con su diáspora  la decadencia de Belorado.

Enrique II entregará Belorado, junto con Cerezo de Río Tirón, Haro y Briones, a su hermano Sancho al coronarse en Burgos en 1366. Dicha cesión es parte de la consecuencia general a la que se vio forzado el nuevo rey, como pago de las abundantes mercedes a los que le habían apoyado en su guerra fraticida contra Pedro I. Todas éstas villas seguirán en adelante un proceso histórico paralelo, ya que su hija, doña Leonor, duquesa de Albunquerque, casada con Fernando de Antequera-intitulado como rey Fernando I de Aragón (1412-1416) tras el compromiso de Caspe-, reúne en su señorío un gran número de villas y lugares.

El infante don Fernando de Antequera, desde 1402 establece contactos con la corte de Navarra para concertar el matrimonio de su segundo hijo, Juan, con la infanta Isabel. En la dote propuesta se incluía el señorío de Lerma, así como los lugares de Haro, Briones, Cerezo y Belorado, junto con las demás villas y lugares que tanto él como Leonor de Albunquerque poseían en La Rioja (Mitre Fernández, 1968: 211). Sin embargo, el fallecimiento de la infanta doña Isabel de Navarra, aunque anuló completamente todas las negociaciones entre ambos reinos, creará un nuevo precedente en las pretensiones del reino navarro en éstos territorios.

Aún así, Juan de Antequera recibirá en 1418 de su madre, doña Leonor de Albunquerque, el señorío en el que se circunscriben las villas de Haro, Belorado y Cerezo, reclamándo a éstas poblaciones el reconocimiento a su persona como rey y señor. Su matrimonio con la infanta doña Blanca le aupará en la corona de Navarra, y pocos años después, tras la muerte de su hermano Alfonso, rey de Aragón-Alfonso V El Magnánimo 1416-1458-, unificará bajo su corona ambos reinos- Juan de Navarra y II de Aragón, 1425-1479-, (Cadiñanos, 1987: 149). Sin embargo, tales pretensiones por parte del reino de Aragón, serán anuladas radicalmente por Juan II, quien cansado de las intrigas de los Lara, desposeyó a dicho linaje de sus posesiones en Castilla.

A pesar de las pretensiones que el reino de Aragón mantiene sobre dichos territorios, Juan II, otorga la villa de Belorado el ocho de diciembre de 1429 a su Camarero mayor, don Pedro Fernández de Velasco, (Primer Conde de Haro, 1418-1470), por sus buenos y leales servicios, quien se destaca en la defensa de la frontera frente a las pretensiones navarro- aragonesas. El conflicto sobre la posesión de dicho señorío sólo se resolverá definitivamente en 1440, cuando Alfonso V de Aragón renunció a sus derechos a favor de don Pedro Fernández de Velasco.

En 1446 se unieron las diversas iglesias de la villa aunque , en el último tercio de éste siglo, desaparecieron varias de ellas: San Martín, sita en la actual calle de Raimundo de Miguel, San Miguel en el camino de Redoña y San Lorenzoubicada donde, a principios del Siglo XX se levantaba el matadero.

De ésta forma Belorado pasará a formar parte de la Casa Velasco, un extenso señorío que ocupa en los términos más cercanos a ésta población las villas de Briviesca (1366), Medina de Pomar (1369), Belorado (1429), Quintanaloranco (adquirida por compra a los Rojas en 1407), Monasterio de Rodilla (1412), Cerezo de Río Tirón (1444), Frías (1446) y las poblaciones riojanas de Haro y Casalarreina. A éste ingente patrimonio en la Rioja Burgalesa pronto se le añadirán los lugares de Tormantos y de Rojas (1510).

El Conde instituyó mayorazgo en 1458 a favor de su hijo don Luis Fenández de Velasco con la dotación de Belorado, el Valle de San Vicente y otras posesiones. Al morir don Luis en 1496, sin sucesión masculina, se incorporó la villa al mayorazgo principal de la casa de los Velasco, del que era titular don Bernardino Fernández de Velasco, Condestable de Castilla y Duque de Frías.

La preocupación de los Velasco por su patrimonio en ésta villa es amplia y queda refrendada en las diversas fundaciones monásticas que protegieron (Convento de San Francisco, Monasterio de Santa Clara, Monasterio de Nuestra Señora de Linares), y en el interés que manifestaron por el estado de ruina de su castillo. Así se desprende de las informaciones que solicitan en 1502 sobre dicha fortaleza, o los informes necesarios sobre las urgentes obras de reparación que precisa el castillo, reclamadas en 1531. Bajo el amparo de los Duques de Frías, Belorado conocerá un momento  de esplendor manifestado en sus casas blasonadas y palacios, y en la dotación de las instituciones religiosas con ricas obras de orfebrería.

Al finalizar el siglo XV se producen diversas circunstancias históricas de primer orden en el proceso histórico de Belorado. La primera de ellas tiene que ver con la expulsión de los judíos de los reinos de Castilla (1492) lo que afectó directamente a ésta villa, por la importancia que la aljama judía mantenía en dicha población, así como en las cercanas de Cerezo y Briviesca. Queda atestiguada fehacientemente la presencia judía en el Barrio del Corro, al pie del castillo (López Bernal, 1907: 129-130)

Con la adscripción de Belorado al señorío de los Velasco se producen nuevos cambios a nivel jurisdiccional en el señorío, que afectan directamente a ésta villa, ya que a finales del siglo XV el condestable Bernardino exime a las villas de Fresneda de la Sierra y Villanueva, de la jurisdicción de Cerezo, para anexarlas a la de Belorado, lo que será ratificado posteriormente por la Chancillería de Valladolid en 1534, a pesar de la oposición directa de la jurisdicción de Santo Domingo de la Calzada.

Sin embargo el crecimiento se frena a finales del siglo XVI, especialmente por la pérdida de la importancia del Camino de Santiago tras la ruptura de la unidad religiosa en Europa. Durante los siglos XVII y XVIII otros factores contribuyen decisivamente a la pérdida de significación histórica de la villa, entre los que se pueden mencionar las epidemias, las crisis monetarias, las malas cosechas, la continua emigración, la creciente presión fiscal, etc. La evolución poblacional de Belorado atestigua dicha pérdida cualitativa, habiendo pasado en 1587 de 700 vecinos a sólo 314 en el año 1628, con una leve recuperación a mediados del siglo XVIII.

El devenir histórico e los siglos XVII y XVIII viene marcado por la atonía generalizada que atraviesa toda la Meseta. La situación de Belorado no es ajena a la crisis en todo el territorio castellano. La administración de la ciudad queda en manos de la alta nobleza, más preocupada por administrar sus propios beneficios que en consolidar los intereses y privilegios de la villa. Las continuas demandas de numerario por parte de la Corona,la mayor incidencia de las epidemias, las crisis económicas motivadas por las malas cosechas y la quiebra de la hacienda municipal dieron lugar a la progresiva decadencia económica.

Esta situación de penuria generalizada fue el causante de una disminución general de la población, como se ha visto anteriormente. Las crisis económicas, y las pestes fueron comunes a todos los pueblos de Castilla. La falta de actividades productivas conllevaron el incremento de la mendicidad y el abandono de la ciudad en busca de otros recursos. Dos factores que marcaron definitivamente éste abandono fueron, por un lado la expulsión de los moriscos, y por otro el traslado de gran parte de la nobleza local a la capital del reino, instalándose en Madrid o en Valladolid.

Ya iniciado el siglo XVIII la comarca del Tirón comenzó  a rehacerse de las crisis económicas anteriores. Las actividades en las que se desenvuelve la población de Belorado en éste siglo están ligadas fundamentalmente a los aprovechamientos agrícolas y forestales. Aunque  existían algunos establecimientos textiles de menor cualificación, especialmente de lino y cáñamo, su estancamiento industrial se debe principalmente a la excesiva regulación por parte del Duque de Frías, señor de Belorado. Éstos talleres de paños remontan sus orígenes a la Baja Edad Media y representan la actividad económica de un buen número de familias.

Así el Catastro de la Ensenada (1752) presenta una actividad industrial bastante escasa, en la que se dice que hay diez molinos harineros » que están y muelen con agua que saca por un cauce del río Tirón», y dos batanes en el mismo cauce, reflejo de una artesanía textil en la que se ocupan varios vecinos. Por otra parte, la actividad comercial es también bastante escasa. La existencia de dos mesones y dos posadas nos manifiesta la situación estratégica de la villa tanto como centro comarcal, como por ser una importante localidad en las ruta de Burgos a La Rioja.

Iniciado el siglo XIX, Belorado se verá inmersa también en el conflicto bélico de la Independencia, aunque el grado de participación en la misma parece que fue escaso, ya que la situación estratégica de poblaciones como Pancorbo, Briviesca, Burgos y Logroño, como sedes de acantonamiento de los ejércitos napoleónicos, hicieron de la villa beliforana un punto de atención secundario. Además, la manifiesta actitud pro-francesa del Duque de Frías, quien llegó a firmar la Constitución de Bayona, hizo que sus posesiones fuesen en muchos casos respetadas. Aún así, parece ser que se ocuparon algunas de las principales casas y conventos de la ciudad, y de la misma manera se comprenden las escasas actuaciones de los guerrilleros españoles, quienes, al mando de Francisco de Longa, atacaron la villa y la comarca de Belorado con el único fin de reanudar escasos botines monetarios o de abastecimiento para sus tropas.

Por su parte, Madoz nos presenta a mediados del siglo XIX, un pueblo eminentemente agrícola, con alguna actividad industrial menor: «una fábrica de paños, 13 molinos harineros, una tenería, varios talleres de sayal, algunos tejedores de lienzo, tres hornos de alfarería al pie del castillo y bastantes de pan» tejido de lino y cáñamo, a la vez que  se menciona una parada de postas por estar ubicada dicha villa en el camino de Madrid a Francia.

La despoblación de toda la cuenca del Oca- Tirón durante los años 60-70 del siglo XIX nos manifiestan una realidad en proceso de profundo declive, con el consiguiente abandono de los pueblos a favor de la reactivación únicamente de sus enclaves principales, especialmente Briviesca, Belorado y Pradoluengo.

Fuentes: www.belorado.es

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