Arzúa

Los vestigios arqueológicos hallados en el concello de Arzúa confirman que su territorio estuvo poblado desde tiempos prehistóricos. Entre los años 3500 y 1500 a. C., las comunidades de cazadores y recolectores que habitaban estas tierras desarrollaron una rica cultura megalítica, dejando como testimonio más de treinta mámoas o medorras catalogadas: monumentos funerarios neolíticos que reflejan una incipiente organización social y religiosa.

Con el tiempo, estas poblaciones, posiblemente nómadas al principio, comenzaron a practicar una agricultura rudimentaria y a formar pequeños núcleos estables.

La Edad del Bronce

Durante la Edad del Bronce, los habitantes de la zona se establecieron en castros, aldeas fortificadas típicas del noroeste peninsular. Dominaban la metalurgia del cobre y el bronce, así como la orfebrería, como demuestra el hallazgo de los torques de oro del castro de Burres, auténticas joyas del arte prerromano gallego.

Época romana

En el siglo I a. C., según relata Plinio el Viejo y el Censo de Agripa, el territorio estaba habitado por los cóporos y los célticos supertamáricos, pueblos integrados en la llamada Cultura Castreña. Los romanos mejoraron las comunicaciones, construyendo infraestructuras como el puente de Ribadiso y la vía XIX, que unía Aseconia (Santiago) con Lucus Augusti (Lugo).

Se han identificado restos de un campamento militar llamado “Brevis”, establecido para controlar la explotación de minas de oro en lugares como Viladavil, Pantiñobre o Dombodán. La presencia romana es evidente aún hoy en topónimos y restos arqueológicos de Burres, Vilantime o Viladavil.

El Camino de Santiago y la Edad Media

Con el descubrimiento del sepulcro del Apóstol Santiago el Mayor en Compostela, Arzúa adquirió un papel destacado en la Ruta Jacobea. En una encrucijada de caminos nació una pequeña aldea mencionada en el Códice Calixtino como Vila Nova, origen del actual Santiago de Arzúa.

Para atender a los peregrinos surgieron instituciones como el Hospital de Ribadiso da Ponte, aún conservado, y el convento de la Madalena, fundado por los hermanos agostiños de Sarria.

El Camino Francés convirtió a Arzúa en una parada obligada, donde los viajeros encontraban hospitalidad y abrigo antes de su última etapa hacia Compostela.

Durante los siglos XVI al XIX, Arzúa vivió periodos de declive y renacimiento. En 1587, con la amenaza de los piratas ingleses de Francis Drake, el arzobispo Juan de Sanclemente y Torquemada ordenó ocultar el sepulcro del Apóstol, lo que redujo drásticamente las peregrinaciones durante más de dos siglos. No fue hasta 1878, con el redescubrimiento de los restos del Apóstol y la encíclica Deus Omnipotens del Papa León XIII, cuando la ruta jacobea volvió a renacer.

Arzúa en la actualidad

Hoy, Arzúa es una villa vibrante y hospitalaria, conocida mundialmente como una de las últimas grandes etapas del Camino Francés antes de llegar a Santiago de Compostela. Su nombre está ligado tanto al queso Arzúa-Ulloa, con Denominación de Origen Protegida, como a su rica tradición cultural y musical, representada en eventos como la Festa do Queixo, que atrae cada año a miles de visitantes.

El concello cuenta con modernas instalaciones deportivas y culturales, un tejido industrial en crecimiento y un sector agroganadero de los más importantes de Galicia. La hostelería y el turismo rural viven un auge gracias al Camino de Santiago y a iniciativas de sostenibilidad que buscan preservar su identidad rural al tiempo que se abren al mundo.

Arzúa sigue siendo, como hace siglos, tierra de acogida y paso, donde historia, paisaje y hospitalidad se funden en el corazón de Galicia.

 

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