Una mirada al patrimonio, la tradición y las experiencias que acompañan al peregrino, noticia publicada por Rioja2

El Camino Francés atraviesa 65 kilómetros de La Rioja, convirtiendo a la región en un territorio clave para miles de peregrinos que cada año avanzan hacia Santiago de Compostela. Unos 60.000 caminantes recorren anualmente este tramo, generando un impacto económico estimado en nueve millones de euros, pero sobre todo enriqueciendo la vida de los municipios riojanos y manteniendo viva una tradición milenaria.

Logroño: entrada al Camino en La Rioja

La capital riojana vive el Camino como parte de su identidad. Lugares icónicos como el Puente de Piedra, el Parque del Ebro, la Iglesia de Santiago el Real, las calles Mayor y Portales, la Concatedral de la Redonda o el albergue de peregrinos forman un recorrido lleno de arte, memoria y espiritualidad.

El tránsito constante de caminantes convierte a Logroño en un punto donde confluyen patrimonio, cultura y hospitalidad.

Navarrete: tradición alfarera en pleno Camino

La siguiente parada es Navarrete, un municipio vinculado históricamente a la alfarería. Nombres propios como Antonio Naharro simbolizan la unión entre tradición y creatividad. Sus talleres y piezas artesanales ofrecen a los peregrinos una ventana al saber hacer que caracteriza a esta localidad.

Ventosa: miel, sostenibilidad y acogida peregrina

En Ventosa, el Camino se cruza con un proyecto único: la Mielería Campomiel, una iniciativa familiar que suma cuatro generaciones de historia. Situada a los pies de Moncalvillo, acerca a peregrinos y visitantes al mundo de la apicultura y a la importancia ambiental de las abejas.

Álvaro Garrido, responsable del proyecto, explica que Campomiel nació de la necesidad de “fusionar Camino de Santiago, gastronomía riojana y miel”, ofreciendo experiencias que van desde conocer una colmena por dentro hasta realizar talleres de velas o catas de hidromieles.

Este año, además, han incorporado desayunos elaborados con miel propia y productos locales: queso con miel, yogur con miel o fruta con miel. Un detalle que los peregrinos valoran especialmente.

Durante los meses fuertes, entre mayo y junio, llegan a pasar por Ventosa unos 600 peregrinos al día, muchos de los cuales se desvían para visitar la mielería. Allí son recibidos con un “palo de miel” como gesto de hospitalidad.

Nájera, Azofra y Cirueña: historia, monasterios y puentes medievales

La ruta continúa hacia Nájera, donde el patrimonio monumental de Santa María la Real recuerda el pasado monástico y real de esta ciudad clave en la historia medieval hispana.

En Azofra, los peregrinos encuentran un municipio tradicionalmente vinculado al Camino desde al menos 1168, fecha en la que ya existía un hospital para caminantes.

El trayecto prosigue hacia Cirueña, que conserva uno de los puentes medievales más antiguos y mejor preservados de todo el Camino Francés. Muchos peregrinos destacan de Cirueña su ambiente tranquilo y su carácter introspectivo.

Santo Domingo de la Calzada y Grañón: esencia jacobea

Santo Domingo de la Calzada es una referencia indiscutible del Camino, ligada al santo que dedicó su vida a ayudar a los peregrinos. Su catedral y su casco histórico mantienen viva una de las tradiciones jacobeas más conocidas.

El tramo riojano culmina en Grañón, un pueblo de hospitalidad memorable. El Albergue Parroquial de San Juan Bautista y la ermita de Carrasquedo siguen ofreciendo al peregrino un trato cercano y auténtico, fiel al espíritu del Camino.

Un tramo que deja huella

A lo largo de estos 65 kilómetros, los peregrinos descubren no solo patrimonio y naturaleza, sino también personas y proyectos que dan sentido al Camino.

Desde talleres artesanales hasta iniciativas medioambientales, desde iglesias centenarias hasta paisajes entre viñedos, La Rioja ofrece una experiencia donde cultura, historia y hospitalidad se entrelazan de forma única.