

Villava, conocida en euskera como Atarrabia, es una histórica villa navarra situada a tan solo cuatro kilómetros del corazón de Pamplona. A pesar de poseer el término municipal más pequeño de toda Navarra —apenas 1,06 km²— su densidad de población es una de las más elevadas, fruto de un intenso proceso industrial, urbano y social que transformó profundamente la localidad durante los siglos XIX y XX. Ubicada en un llano a orillas del río Ulzama, Villava forma un continuo urbano con Burlada y Arre, convirtiéndose en la puerta natural de entrada a Pamplona para los peregrinos que llegan desde Roncesvalles por el Camino Francés, con 35 kilómetros de distancia entre ambos puntos.
Su privilegiada posición geográfica, su fuerte personalidad cultural y su profundo vínculo con la Ruta Jacobea han marcado la evolución de Villava desde su fundación medieval en 1184 por Sancho VI el Sabio hasta su consolidación contemporánea como núcleo urbano, industrial y residencial. Hoy la villa combina su rico patrimonio, su relación ancestral con el agua y su entorno natural con una activa vida social, manteniendo viva su identidad histórica mientras se adapta a los retos actuales.
Historia
Aunque su territorio estuvo habitado anteriormente, la identidad urbana de Villava nace en 1184, cuando Sancho VI el Sabio fundó la “Villa nova” junto a la antigua aldea de Atarrabia y le otorgó un fuero similar al del burgo pamplonés de San Nicolás. La Calle Mayor —coincidente con el trazado del Camino Francés— se convirtió desde entonces en su eje vital y económico. La vinculación con Pamplona fue tan estrecha que ya en 1593 el propio Concejo afirmaba que Villava “ha sido y es tenida por barrio de la ciudad”, imitando sus usos y costumbres. Tras la confirmación de sus fueros por Teobaldo II y desde que Juan II le otorgó asiento en Cortes en 1462, Villava se consolidó como una de las buenas villas del reino hasta 1828.
Los siglos XIV y XV estuvieron marcados por crisis, pobreza y epidemias, pero el siglo XVI trajo un periodo de crecimiento demográfico y mejora económica reflejado en la construcción de la iglesia parroquial, el Ayuntamiento y un molino principal. En 1405 los villaveses cedieron el patronazgo de la iglesia de San Andrés al rey Carlos III, quien lo transfirió posteriormente al Monasterio de Roncesvalles. Durante los siglos XVII y XVIII la villa se sostuvo gracias a una economía basada en molinos harineros, un batán y una escuela de primeras letras.
El siglo XIX supuso uno de los periodos más convulsos: Villava fue escenario estratégico en los conflictos derivados de la Revolución Francesa y en las guerras carlistas, sufriendo destrucción en su caserío y la desamortización de bienes pertenecientes a Roncesvalles. Superada la inestabilidad bélica, la industrialización cambió profundamente su estructura económica y social. En 1841 se instaló la primera gran fábrica papelera —antecesora de la actual Papelera Española–ONENA— a la que se sumaron industrias de carruajes, licores, harinas, cartón, maderas, mecánica y plásticos. Esta actividad atrajo población primero de Navarra y después de toda España.
A comienzos del siglo XX, la construcción del ferrocarril eléctrico Irati, que unía Pamplona con Sangüesa, reforzó su papel industrial y aceleró su expansión urbana. La población de Villava se multiplicó por diez en solo un siglo, y la proximidad física a Pamplona la convirtió gradualmente en una zona residencial, con un término municipal prácticamente edificado en su totalidad.
Este crecimiento, unido a la llegada de pobladores castellano-hablantes, provocó la pérdida progresiva del euskera. En las últimas décadas, sin embargo, se ha impulsado un destacado proceso de re-euskaldunización que busca recuperar el uso de la lengua ancestral de la localidad. Como resultado, Villava ha ido reafirmando una personalidad propia que combina tradición, dinamismo y un fuerte sentido comunitario, convirtiéndola en una de las villas más singulares del entorno pamplonés.
Patrimonio
Villava conserva un rico legado arquitectónico y etnográfico estrechamente ligado a su historia y al paso del Camino de Santiago. El Rollo jurisdiccional, levantado entre los siglos XV y XVI, simboliza la autonomía comunal y se alza en uno de los puntos más representativos de la villa. Muy cerca se encuentra el Monumento a Sancho VI el Sabio, que conmemora el VIII centenario de la concesión del fuero y se acompaña de columnas simbólicas y un mosaico heráldico que refuerzan su significado histórico.
El Camino deja también algunas de las estructuras más emblemáticas, como el Puente de la Trinidad, en Arre, de origen medieval y quizá romano, por el que desde antiguo cruzaban peregrinos, comerciantes y viajeros. Unido a este conjunto se encuentra la Ermita de la Santísima Trinidad, cuyos restos románicos del siglo XIII —especialmente su ábside— evocan la estrecha relación entre Villava y Roncesvalles, que ejerció su patronazgo durante siglos.
El patrimonio civil alcanza su máxima expresión en edificios como la Casa Motza, magnífico ejemplo del Renacimiento navarro con su portada almohadillada y los medallones de Pedro de Andosilla y su esposa, o en el Frontón Atarrabia, uno de los primeros frontones cubiertos de Navarra, auténtico escenario histórico de la pelota vasca. Igualmente destacable es la antigua Escuela de Peritos Agrícolas, levantada en 1912 como Palacio del Congreso Nacional de Viticultura y concebida con una monumentalidad singular para la época.
A principios del siglo XX surgió el Casino Besta Jira, luego transformado por los Dominicos en colegio y seminario, del que se conserva una capilla restaurada con hermosas vidrieras. Finalmente, el entorno del Batán de Villava y el Molino de San Andrés constituye un espacio donde se fusionan naturaleza, arqueología industrial y cultura del agua, ofreciendo al visitante la posibilidad de comprender la actividad tradicional de la ribera del Ulzama y la evolución industrial de la villa.
El Camino de Santiago
El Camino de Santiago constituye uno de los elementos más determinantes en la historia y la identidad de Villava. La villa es, desde la Edad Media, la puerta natural de entrada a Pamplona para los peregrinos que descienden desde Roncesvalles por el Camino Francés, después de recorrer los aproximadamente 35 kilómetros que separan ambas localidades. Este tramo supone para muchos caminantes el final de una de las jornadas más exigentes de la ruta pirenaica, de modo que la llegada a Villava —junto con Arre y Burlada— se convierte en un punto de descanso casi obligado antes de afrontar el ascenso a la meseta donde se asienta la Pamplona histórica.
El Camino atraviesa Villava longitudinalmente por su Calle Mayor, eje vertebrador de la trama urbana desde su fundación en 1184, y verdadero motor de desarrollo económico, social y cultural durante siglos. Al paso de los peregrinos se asentaron comercios, mesones, talleres y hospitales, entre ellos el de la Trinidad en Arre, cuyo puente medieval de seis arcos continúa siendo uno de los iconos jacobeos de la zona. Este tránsito constante de viajeros favoreció el crecimiento de la villa, consolidó su carácter acogedor y contribuyó a la mezcla de culturas que todavía forma parte de su identidad.
Hoy, Villava continúa ofreciendo a los peregrinos un entorno hospitalario y seguro. Su Albergue Municipal, situado estratégicamente en la entrada del casco urbano, proporciona descanso y servicios básicos antes de continuar hacia Pamplona. Además, el paisaje fluvial del Ulzama, el entorno del Batán y los caminos que conectan con Burlada y Arre enriquecen la experiencia del caminante, que al pasar por Villava encuentra historia, patrimonio, naturaleza y un ambiente vivo que mantiene intacta la tradición jacobea. Así, la villa sigue siendo un punto fundamental del Camino Francés, un lugar donde pasado y presente se entrelazan en torno a una de las rutas culturales más importantes de Europa.
Festividades
Las festividades reflejan su tradición religiosa, su identidad cultural y su estrecha relación con el Camino. Su patrón es San Andrés, cuya fiesta congrega a vecinos y visitantes en torno a actos religiosos, actividades culturales y celebraciones populares. También tienen especial relevancia las fiestas en honor a la Santísima Trinidad, vinculadas al histórico puente y a la antigua ermita que dio cobijo a peregrinos durante siglos.
A lo largo del año se desarrollan además fiestas vecinales, eventos deportivos y actividades relacionadas con el euskera y la cultura popular. La presencia del Camino Francés aporta un ambiente festivo continuo, ya que la llegada diaria de peregrinos otorga a la localidad un carácter abierto, hospitalario y dinámico.
Actualidad
En la actualidad, Villava es un municipio moderno e integrado en el área metropolitana de Pamplona. Su tejido urbano combina zonas residenciales, espacios verdes, una notable red cultural y deportiva, y un parque industrial que continúa la tradición manufacturera iniciada en el siglo XIX. El Parque Fluvial del Arga y del Ulzama se ha convertido en uno de sus principales atractivos, ofreciendo rutas accesibles y un entorno natural de referencia en la comarca.
La villa impulsa políticas culturales y lingüísticas orientadas a la recuperación del euskera, al mismo tiempo que mantiene viva su memoria histórica y su vinculación con el Camino de Santiago. Hoy Villava es un municipio con una fuerte personalidad propia, que conjuga un pasado rico con un presente dinámico y una intensa vida comunitaria.





