Villafranca del Bierzo

Villafranca del Bierzo es una villa del noroeste de la provincia de León, en la comarca del Bierzo, asentada en un entorno de valles y montañas donde confluyen los ríos Burbia y Valcarce. Su situación geográfica la convierte en un punto de paso estratégico hacia Galicia, bosquejos de naturaleza y monumentos históricos, lo que le confiere un atractivo singular tanto para viajeros, peregrinos como para amantes del patrimonio y de la historia. Su riqueza cultural, su legado medieval y su vinculación secular con la peregrinación a Santiago han consolidado su identidad como núcleo clave en el Camino de Santiago y como referente dentro de la región berciana.

Historia

El área de Villafranca del Bierzo presenta señales de ocupación humana desde tiempos prehistóricos. Se han hallado hachas neolíticas, una punta de lanza de bronce y supuestos ídolos de la Edad del Bronce, lo que sugiere una presencia estable en épocas prerromanas y romanas. En la zona se ubica el antiguo castro conocido como Castro de la Ventosa, identificado con la ciudad celta llamada Bergidum Flavium, que más tarde fue romanizada, lo que confirma la continuidad del asentamiento desde la antigüedad.

Ya en la Alta Edad Media, aparece documentada la villa hacia el año 791, en relación con una batalla librada junto al río Burbia entre fuerzas musulmanas y cristianas. Con el auge de las peregrinaciones tras el descubrimiento del supuesto sepulcro del Apóstol en el 813, Villafranca emergió como punto clave para el descanso y la asistencia de peregrinos que se encaminaban hacia Santiago.

En 1070 se fundó el monasterio benedictino de Santa María de Cluniaco (también llamado Cruñego), por monjes de la orden de Cluny, con la doble misión de acoger peregrinos —muchos procedentes de Francia— y promover el cultivo de la vid. Este asentamiento de peregrinos franceses dio origen al nombre de la villa: “villa de francos”. A partir de ese momento, el núcleo fue creciendo en importancia, tanto económica como demográfica, contribuyendo a consolidar a Villafranca como un punto de referencia del territorio.

Durante la Edad Media y la Edad Moderna, se desarrolló una burguesía artesanal, la artesanía y el comercio, lo que permitió la construcción de monumentos, iglesias, conventos, palacios nobiliarios y la consolidación de la villa como centro relevante de poder, comercio y servicios en la zona del Bierzo. Además, tras su transformación en marquesado en 1486 —con la creación del título Marquesado de Villafranca del Bierzo— prosperó la construcción de edificios señoriales, reforzando su estatus nobiliario.

Los siglos XVII y XVIII consolidan su esplendor como núcleo comercial, artístico y religioso, con abundancia de conventos, iglesias y edificios señoriales, convirtiéndose en una capital religiosa del Bierzo.

Durante el siglo XIX, pese a los vaivenes históricos — guerras, cambios administrativos, invasiones — Villafranca mantuvo su funcionalidad como centro comarcal. En el siglo XX vivió transformaciones: aunque perdió parte de su primacía relativa frente a otros núcleos, el resurgir del turismo, junto con su patrimonio histórico-religioso y su entorno natural, le han dado una nueva vida.

En la actualidad, Villafranca del Bierzo representa una conjunción armoniosa entre historia, patrimonio, naturaleza, vida rural, servicios modernos y hospitalidad, conservando su legado mientras afronta los desafíos del siglo XXI.

Patrimonio

El municipio atesora un patrimonio monumental excepcional que ha valido el calificativo de “joya del Bierzo”. Entre sus tesoros destaca la Colegiata de Santa María, edificada sobre el antiguo monasterio de Cluny, que tras reformas efectuadas entre los siglos XVI y XVIII pasó a ser colegiata. Este templo, con tres naves y cabecera poligonal, alberga bóvedas de pizarra y mezcla estilos gótico tardío, renacentista y barroco, lo que la convierte en una de las más notables iglesias del Camino en la zona.

La villa conserva también la Iglesia de Santiago Apóstol (Villafranca del Bierzo), con su famosa “Puerta del Perdón”: un acceso que se abre exclusivamente en los Años Santos para conceder perdón a los peregrinos que, por enfermedad u otras causas, no pueden llegar a Santiago, prolongando así la dimensión espiritual de la Ruta en Villafranca.

El patrimonio civil y urbano se expresa en la arquitectura señorial de la vieja calle del Agua, donde se levantan palacios y casas blasonadas, antiguas residencias nobles como el Palacio de los Marqueses de Villafranca (o Castillo-Palacio), mansiones históricas como el Palacio de Torquemada, la llamada Casa Morisca, los palacios de los Álvarez de Toledo, así como conventos antiguos —como los de San José, la Anunciada, San Francisco, entre otros— que enriquecen el casco histórico.

El conjunto urbano, con sus empedradas calles, puentes sobre ríos como el Burbia, rincones medievales, iglesias, conventos, palacios y casas antiguas, ofrece una panorámica urbana que combina historia, arquitectura, espiritualidad y vida cotidiana, evocando épocas de esplendor y tránsito de peregrinos.

Además, su entorno natural —valle del Bierzo, montañas, ríos, viñedos, vides y terrenos agrícolas— completa el patrimonio, ofreciendo paisajes, rutas de montaña, naturaleza y un entorno ideal para combinar historia, cultura y naturaleza en un mismo destino.

Camino de Santiago

Villafranca del Bierzo es una de las etapas clave del Camino Francés cuando este se aproxima a Galicia. Su ubicación estratégica en la confluencia de los valles del Burbia y el Valcarce la convierte en la antesala natural del último tramo hacia las montañas gallegas.

Desde el siglo XI, con la fundación del monasterio de Cluny, la villa ofrecía hospedaje, asistencia, vino y refugio a los peregrinos, muchos de ellos extranjeros —principalmente franceses—, de ahí su nombre tradicional como “villa de francos”. A lo largo de los siglos se establecieron múltiples hospitales, conventos y hospedajes destinados a los caminantes, consolidando su papel como refugio importante antes de afrontar los exigentes puertos hacia Galicia.

Hoy, Villafranca sigue manteniendo viva su vocación jacobea: su patrimonio histórico, su hospitalidad, sus alojamientos, su entorno natural y su historia la convierten en parada obligada para muchos peregrinos antes del tramo final hacia Santiago, combinando descanso, espiritualidad, cultura y naturaleza.

Festividades

La localidad conserva tradiciones y celebraciones que reflejan su historia, su cultura berciana y su identidad local. Entre las festividades recientes destaca la fiesta de los Maios, que revive antiguas tradiciones populares de bienvenida a la primavera: niños y jóvenes visten los “maios” con ramas y flores, recorren las calles acompañados de gaitas y panderetas, y recorren la villa mientras los vecinos les ofrecen caramelos, monedas y hospitalidad. Esta celebración de raíces paganas y carácter festivo vuelve cada año y atrae tanto a vecinos como a visitantes.

Además, su pasado como centro de peregrinación y su rica religiosidad siguen palpables en celebraciones vinculadas a la iglesia, a la conmemoración del paso de peregrinos, así como en actos culturales y turísticos que combinan historia, fe y tradición —una fusión de pasado y presente que hace de Villafranca un pueblo vivo.

Actualidad

Villafranca del Bierzo combina su rico pasado con una vida moderna y diversa. Su economía se apoya en la agricultura —especialmente la vitivinicultura (vinos de la zona de El Bierzo) y cultivos tradicionales—, en la industria alimentaria, en los servicios y en el turismo cultural y de naturaleza. El turismo ligado al patrimonio histórico, al Camino de Santiago y a la naturaleza atrae visitantes de toda España y Europa, deseosos de disfrutar de su casco histórico, sus monumentos, su entorno montañoso, sus viñedos y su gastronomía berciana.

Asimismo, Villafranca sigue siendo un centro de servicios importante en la comarca —comunicaciones, alojamientos, comercio, restauración— y mantiene vivo su legado histórico, integrando tradición y modernidad en su desarrollo local.