Un tramo del Camino Francés, con iglesia románica y un castaño monumental, concentra paisaje, historia y vida peregrina.
En la entrada a Galicia por la ruta jacobea más transitada, el paisaje mezcla laderas suaves, aldeas de pizarra y un río de peregrinos con mochilas que no tiene fin. Aquí se cruza el primer tramo gallego del Camino Francés en el interior de Lugo y se nota en los ritmos: etapa de perfil amable, servicios pensados para quien llega andando y una vida que late entre la iglesia y la plaza central. A un paseo del casco, junto al sendero, se alza un árbol monumental de más de ocho siglos que concentra miradas y detiene pasos; la plaza, un poco más adelante, reúne la sobremesa y cientos de botas descansando.
Hablamos de un pequeño núcleo lucense del Camino, rodeado de prados, carballeiras y laderas, donde el día se organiza entre etapa y etapa, y todo queda a la misma distancia que un paseo; ese básico gallego donde el paisaje lleva la voz cantante, igual que ocurre en la Ribeira Sacra y en este pueblo de Galicia de 30 habitantes que un río divide en dos municipios, un territorio de viñedos en terrazas, joyas del románico, y de bosques como el de la Serra do Oribio que, gracias a su abundante población de robles, castaños y abedules, en otoño cambia a un hermoso despliegue de tonos amarillos, rojos y ocres.

EL COLOSO DEL CAMINO, CON NOMBRE Y APELLIDOS
Hablamos de Triacastela y de la Castiñeira de Ramil (Castanea sativa), un castaño común con más de 800 años y casi nueve metros de perímetro. Está junto al Camino, a un paseo del centro, y desde el 28 de febrero de 2022 figura en el Catálogo gallego de Árboles Singulares, que le garantiza vivir protegido. A veces se cae en el error de llamarle “roble” por su porte, pero en realidad es un castaño: copa amplia, tronco veterano y una sombra que se ha convertido en parada breve -y muy fotografiada- para quien llega desde O Cebreiro.
Aunque para entender la presencia del árbol debemos conocer Ramil, ya que esta pequeña aldea hace de antesala del casco. Se trata de un tramo de casas de pizarra alineadas junto a la LU-633 y al propio trazado jacobeo, con prados a ambos lados y un pequeño merendero donde suele haber mochilas y pausas rápidas. Para quien llega desde O Cebreiro, es el “umbral” de la etapa: la pendiente ya ha cedido, aparece señalización clara y el ritmo cambia antes de entrar en la plaza del núcleo principal. Ese carácter de pasillo rural, estrecho y vivido, explica muy bien el papel de esta pequeña población en la experiencia del caminante.

ROMÁNICO, ETAPAS Y MIRADAS CERCANAS
El otro imán es la iglesia de Santiago, con planta románica y reformas del XVIII: fachada y torre de 1790, ábside románico y piedra de pizarra como primer material. Es una pausa perfecta para sellar la credencial y observar el ir y venir de peregrinos. Quien camina conecta aquí dos etapas emblemáticas: la bajada desde O Cebreiro y la salida hacia Sarria. El terreno se deja hacer, pero con toboganes, así que conviene ajustar el ritmo y, si apetece, desviarse por variantes que cruzan carballeiras y ríos antes de volver al trazado principal.
Más allá del centro, el paisaje regala paseos sencillos a aldeas próximas con cruceiros, pequeñas capillas y vistas hacia la sierra de Oribio, ideal para una tarde sin prisas. Las referencias históricas del municipio -desde la fundación medieval hasta su papel en la ruta- están bien señalizadas y son muy útiles para empezar a leer el lugar con otros ojos.

PARA SABOREAR (Y ACERTAR)
Esta visita se disfruta mejor fuera de los picos del verano: primavera y otoño traen temperaturas suaves y colores potentes. Al mediodía, el plan pasa por caldo gallego o una carne a la brasa sencilla; por la tarde, café en la plaza y paseo corto hasta el castaño de Ramil para verlo con luz baja. Si coincide domingo, el ambiente es todavía más vivo: terrazas llenas y conversación entre peregrinos y gente local.
Triacastela funciona porque todo encaja: una iglesia románica interesante para visitaridea, una plaza céntrica muy agradable y un castaño protegido a un paseo del centro. Entre medias, rutas cortas para estirar las piernas y sitios donde comer bien sin desvíos. Sin duda una etapa cargada de patrimonio cultural y natural.

Fuente: https://viajes.nationalgeographic.com.es/a/pueblo-galicia-que-custodia-roble-800-anos_23614
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